Imatge feta per Mi Kee |
Se pasea como si no
pasara nada a su alrededor. No se fija en nada. No quiere. Prefiere surfear.
Prefiere no profundizar.
El miedo a la soledad le hace
centrarse en su persona por eso prefiere estar siempre rodeado de mucha gente. Es
un animal social. Imprescindible en cualquier fiesta que se precie. Le exigen
que esté y lo asume como una obligatoriedad intrínseca. Es así. Ni se plantea
un no. Qué agotador es estar siempre a disposición de los demás, pero no
importa, le da poder y le entretiene en su dispersión. Le va bien.
Siempre hacia fuera. Su
pulsión es desde él hacia el exterior. Al revés seria impensable porque le
haría conectar con aquello de lo que huye desde que es pequeño: El miedo a
tambalearse, el miedo al conflicto, el miedo a sufrir.
Hipersensibilidad a las
ideas ajenas, dice Bach.
Hipersensibilidad al dolor propio y al ajeno. Por cada
conexión al dolor, al conflicto, experimenta un latigazo que le hace girar la
cara, sonríe, se lo echa a la espalda y continúa. Vuelve a darse un baño de
masas, hace reír a los demás, se arregla, se deja ver socialmente, se rodea de
todos para volver a recibir los honores de aquel que todo el mundo quiere tener
cerca.
Pero al llegar a casa, la
máscara cae y el no reconocimiento de uno mismo, la falta de autenticidad le
desgrana el corazón y empieza a sentir aquello de lo que tanto huye: el
sufrimiento.
La buena noticia de todo
esto es que este patrón emocional no es malo si se consigue hacer una buena
gestión del mismo. Un agrimony es divertido, amable, compasivo, bueno,
empático, listo, sensible, humano. El problema es asumir la responsabilidad del
bienestar de todos los que le rodean, la asunción de dolores ajenos que no le
corresponden. Y va sumando, su propio sufrimiento y el de los demás. Demasiado.
Dependiendo de las
personas hay algunos agrimonys que acuden a la trascendencia del sufrimiento
para llegar a aligerar tal carga. La elevación espiritual del mismo hasta llegar
a la redención. Pero ¿es tarea del agrimony la de ser redentor de todo este
dolor? No, evidentemente que no.
Y en la gran mayoría de
las ocasiones, un agrimony se vuelve a poner la máscara de felicidad, sale a la
calle sonriendo y continúa. Escapa…de nuevo.
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